[Barcelona Oeste (Afueras)] Llegada a Barcelona (Abierto)

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Musashi ya había intuido que esa no era su noche de suerte, pero todavía no sabía hasta qué punto podían torcerse las cosas.

Entre pensamientos nublados y el doloroso pálpito de unas venas vacías que clamaban por alimento, se abría paso el intenso aroma de un establo. Los pasos del Gangrel le fueron acercando hasta el origen de dicho olor, que procedía de una zona cada vez más civilizada pero que no llegaba a ser ciudad todavía.

Eran las afueras. Musashi se encontraba en la sierra de Collserola, y el acre olor de las construcciones humanas pasaba a convertirse en un hedor que hablaba sobre máquinas e inventos que parecían no tener ya nada que ver con su estilo de vida actual.

Luces, pitidos... ¿Lo echaba de menos?

El Gangrel tenía ante sí una casa de campo muy grande. Antes de que pudiese tomar ninguna decisión, las luces exteriores se apagaron y el motor de un coche que consumía gasolina a expuertas se encendió. El vehículo se alejó, y el el olor del establo quedó ligeramente empañado por el humo para volver luego con más fuerza.

Musashi se percató de que el establo que buscaba se encontraba anexo a la casa. Y estaba a su alcance.

Sólo debía saltar el muro que cercaba el área para poder calmar su sed.

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Dentro del establo, un bonito caballo árabe dotado de un lustroso pelaje entre pardo y negro permanecía en pie. Había detectado una presencia que no le resultaba familiar. No se mostraba inquieto ni nervioso, pero había abandonado su intención de descansar.

Movió la cola antes de echar a caminar hacia la puerta. La paja amortiguaba el chasquido de sus pezuñas. Sin embargo, al encontrarse con la puerta cerrada emitió un relincho muy suave a modo de protesta.

Era casi demasiado fácil. El caballo se había acercado a Musashi para curiosear. Había acudido a él cuando estaba sediento. Era como si le hubiese ofrecido su noble y orgulloso cuello voluntariamente.

Además, la criatura era robusta y muy sana.

Lejos de Musashi, en el interior de la casa de campo, el único hombre despierto escuchó el relincho. Convencido de que el joven caballo de su señora había detectado la visita que él debía esperar (¿no iba a ser unas horas más tarde...?) y salió al recibidor. Se asomó discretamente por la ventana en busca de las luces de algún coche.

Se quedó contemplando la noche algunos instantes, extrañado de no ver a ninguna visita. Finalmente decidió abrir la puerta para seguir buscando...

¿Procedía el ruido del establo?

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Con la proximidad de Musashi, el caballo árabe estuvo a punto de encabritarse. Los susurros del Gangrel fueron oportunos, pues evitaron que el animal iniciase una algarabía que difícilmente habría pasado desapercibida en plena noche.

Un pequeño relincho y un crujido por parte de la enmohecida puerta del establo bastaron para llamar la atención del criado, que avanzó con el convencimiento de que los invitados de su señora no habían encontrado la puerta principal a causa de la oscuridad.

- ¿Cuándo aprenderá a no apagar las luces exteriores, Doña Daima? -se dijo en tono despreocupado.

En el interior del establo, el caballo permanecía en algún punto entre el trance causado por las habilidades de Musashi y el nerviosismo de querer alejarse instintivamente del peligro. Pero no podía. Su morro se arrugó y mostró sus dientes sin emitir ningún sonido.

Estaba a merced del vampiro.

Por su parte, el criado de la casa adivinó el contorno abierto de la puerta del establo. Tenía el convencimiento de que la visita se había perdido en la oscuridad.

Por esa razón entró sin ningún cuidado en el establo.

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Nuria lleva unas horas sumida en una nube. Se siente muy orgullosa por sus progresos. Hasta la fecha, todos sus tejemanejes y sus esfuerzos por conocer a los vampiros y a los humanos han servido a propósitos más o menos pequeños. O mejor dicho, modestos.
Pero ya no iba a ser así nunca más. Ahora era una arpía.

Nuria llega con las llaves a la puerta de la finca de Daima. Le gusta la zona, y Nuria la evalúa ya desde el coche para saber cuánto dinero podría dar como bodega. No es que piense en comprarla, es sencillamente que suele plantearse la misma pregunta allá donde va.
No, el clima no acompaña tanto en esta zona como en la que ella posee. Se aseguró en su momento de obtener el mejor terreno de Cataluña para su viñedo. No podía conformarse con menos.

Lo cierto es que Nuria no va mentalizada de encontrar nadie en la casa. A lo sumo un criado. Sabe que Daima se ha largado esta misma noche de vuelta a Francia y no cree que vaya a tener mucho en lo que ocuparse dentro de la finca.
El caso es que en cuanto sale del coche, percibe que algo no va bien.
Nuria detecta el olor de un par de tipos de sangre diferentes, y ambos le llaman la atención. Uno no es en absoluto corriente. O, por lo menos, ella no trabaja con ese tipo de sangre... ¿Animal? Y también hay sangre humana... Sangre cargada de adrenalina.
- ¿Esto es algún tipo de truco, Daima? -masculla de un modo casi inaudible. De repente recela. ¿Ha sido todo un montaje para cargarla con algún problema? ¿un intento para manchar su reputación? ¿quitarla de en medio? ¿¡pero qué sentido tiene, si ella no ha sido nadie hasta que no ha obtenido hace un rato el cargo de arpía...!?
Decidida a aclarar lo que quiera que estén intentando hacer para inculparla, Nuria irrumpe en el lugar que parece ser el origen del problema (¿un establo? parece un establo, ¿no?), aunque primero se prepara para utilizar su Presencia...
- ¡Quieto todo el mundo! -y da la orden a la vez que lanza Encantamiento.

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De las muchas cosas que Nuria se esperaba, encontrar a un vampiro andaluz con un ataque de risa era posiblemente la única que no había incluido en su lista.
Durante algunos instantes, Nuria sólo es capaz de parpadear y de inclinar sus cejas en distintos ángulos. La sorpresa, el desconcierto, la intriga, la confusión... Muchas emociones pasan por su cara y por su mente mientras trata de comprender la escena.
Lo primero que consigue sacarla de su ensimismamiento es el hedor de la muerte.
- Ah, claro... Un malkavian -murmura para sí al ver el comportamiento de Musashi. Parece lo más lógico. Rápidamente le pone fin al Encantamiento. La intuición le dice que es mejor no competir con un Lunático a ver quién controla mejor al otro.
Quizá por la experiencia trabajando de cara al público o quizá para intentar ganarse la simpatía del desconocido, se le ocurre que es mejor que también le sonría a pesar de que no tiene ninguna gana de hacerlo. En lugar de mirar mal y con recelo su aspecto, el barro y la sangre y demás, estira los labios en una sonrisa algo forzada.
- ¿Has "entrado"? -¿en serio? ¿un vampiro andaluz? ¿un malkavian con acento, un ataque de risa y un cadáver cerca? ¿de verdad era una prueba de Daima? ¿o se acababa de encontrar Nuria con su muerte definitiva a manos de la brutal secta enemiga?-. ¿Quiere eso decir que has entrado aquí deliberadamente para cometer un acto de... maldad? -Pues qué bien. Al verle erguirse, Nuria se sintió amenazada. Apretuja las llaves que lleva en la mano y las hace titilar.
- Me alegra... que no busques pelea... Yo tampoco la busco... -sigue sonriendo forzosamente-. No es que quiera meterme en tus asuntos, pero... Imagino que no eres un amigo de Daima... ¿Hm?

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Mientras Musashi comienza a responder, Nuria se pregunta por qué todavía no ha comenzado a salir armada de casa. No es que piense que le hace falta ni que se sienta desprotegida, pero... Bueno, ¿qué más da? Seguro que con un poco de labia logra salir con vida.
- Oh, así que ha sido eso... -después de escucharle, la Ventrue se siente bastante aliviada. Si ha sido un accidente entonces todo cobra sentido, ¿no?-. Entonces lo primordial ahora sería proteger la mascarada... Espera, ¿mi criado? No, te equivocas. No conozco a este hombre. Tengo un criado, pero trabaja en mi bodega y... Oh, perdona, estoy yéndome por las ramas, ahora mismo mi bodega es lo de menos. ¿Quieres que te... ayude? -inclina la cabeza hacia el cadáver.

Cuando se pone nerviosa, Nuria tiende a juguetear con los dedos. En este momento tiene los dedos tan enredados que posiblemente tenga que quitarse los guantes para alisarlos.

- ¿Gangrel? -se da cuenta de que lo ha dicho en voz alta y rápidamente improvisa algo para que no se note que está muy extrañada-. ¡Oh, cuánto tiempo sin ver a uno de los vuestros! Supongo que la Sierra os encanta, ¿no es así? Pero estoy olvidando mis modales -duda si darle la mano y, finalmente, Nuria se quita los guantes para evitar el contacto físico y esboza su sonrisa comercial-. Alberto, ¿sí? Me llamo Nuria Bausà, del clan Ventrue. La casa donde has entrado pertenece a una Toreador llamada Daima, tenía un cargo en esta ciudad hasta hace... -guarda silencio unos segundos- algo más de media hora. Se ha ido a Francia, pero deberías decirle lo que ha sucedido. Seguramente quiera buscar un nuevo criado, y tendrá que enviarle sus condolencias a la viuda... Hm, ¿crees que estaba casado? -Nuria es bastante parlanchina, y sus prioridades están muy alejadas de las del apenado Gangrel-. Oh, si quieres recompensarme... Podrías contarme cómo has llegado aquí y por qué no te conozco. Creía conocer a toda la Estirpe de Barcelona.
En otras palabras, Nuria quería saber qué podía obtener de Musashi.

- ¿Des...trozar...? -Nuria parpadea algo confundida. No entiende qué ha podido salir mal. Normalmente es lo suficientemente carismática y abierta como para conseguir que la gente charle con ella y se sienta inclinada a ser amable. Pero esta vez no funciona con Musashi. Nuria mantiene la compostura, carraspea y niega-. Aprecio tu creatividad para resolver este conflicto, pero opino que no es necesario destrozar nada. El asunto del caballo encabritado será lo suficiente verosímil -se esfuerza por sonreír.
Nuria comienza a preguntarse si este Gangrel no tendrá algún tipo de problema con la cortesía. Porque está claro que el problema no es de ella. Sabe que es buena anfitriona, siempre lo ha sido, y también sabe que la gente aprecia su empatía y sus modales... Por lo que, automáticamente, este pasa a ser un problema de Musashi. Aunque es cierto que los Gangrel, por norma general, son huraños...

Nuria sigue enredando los dedos y los guantes mientras reflexiona. Observa cómo comienza a trabajar Musashi y se queda bastante perpleja ante la cruda demostración de violencia del Gangrel. Qué poco le gusta cuando alguien intenta intimidarla... Apretuja los dedos un poco más hasta que, entre el ruido del establo y del choque de las herraduras, el cráneo y la materia gris desparramándose sobre las hebras de heno, se oye el crujido de una de las costuras. Nuria, sin darse cuenta de que ha roto sus guantes con los nervios, recuerda algunas de las charlas médicas que atendió décadas atrás en la casa de su ex-marido. Ese cerdo... Bueno, mejor no pensar en él o acabaría muy cabreada. Y a Nuria no le gusta estar enfadada. Le gusta sonreír de oreja a oreja para inspirar calma y confianza. Qué curioso, las charlas de medicina le habían servido para aprender a tratar mejor la sangre, y... ¡Que no, nada de pensar en Javier ni en los papeles del divorcio! Era mejor detenerse a pensar en Musashi y en el talento que estaba demostrando para mancharse alegremente las manos, cubrir sus huellas, la poderosa fuerza que Nuria acababa de presenciar y, en especial, en lo útil que le convertían esas capacidades...
Al fin y al cabo, como buena Ventrue, Nuria no es de las que se manchan las manos.

- Tienes... Mano con los animales, ¿no? -hace la observación al ver que el caballo está totalmente manso. No sabe que Musashi se ha alimentado de él, pero no le parece un don raro para un Gangrel.
Le observa ocultar las pruebas, cada vez más decidida.

- Por supuesto. Te pondré en contacto con Daima. Y, tranquilo, tengo una idea mejor... Te sugeriría quedarte en esta casa, pero no sería nada elegante por nuestra parte por mucho que Daima se haya marchado y que ya no haya ningún criado dispuesto a recibirme. Aunque debo entrar y recoger algunas cosas, eso sí... -cosa que empieza a apetecerle muchísimo a Nuria dado el lamentable estado en que se ha quedado el establo-. Deberíamos entrar, buscar la documentación de este caballero, usarla para hacer una llamada y que la policía peine cuanto antes esta escena. Por otra parte, para que te alojes... Podrías venir a mi bodega de sangre. Yo no duermo allí, así que tendrías toda la intimidad que desees. Así podrás hablarme de ti. De dónde vienes, a dónde vas, qué ropa llevarás en mi fiesta de este sábado... Al fin y al cabo, eres un recién llegado. También tendrás que ir por el Elíseo... Hm...

Nuria frunce el ceño y sacude la cabeza para indicar que no.
- Me parece que no me has entendido bien... Primero cogemos la documentación y las cosas que he venido a buscar, luego nos largamos, y hacemos la llamada desde cualquier cabina telefónica. Que limpien la escena y lo etiqueten de un accidente. Debo utilizar esta casa el sábado por la noche y necesito que esté limpia lo antes posible. Aunque la idea de limpiar las huellas es muy buena... Al fin y al cabo, se supone que yo no he estado aquí. Claro que hay tantas cosas que se supone que la Estirpe no ha presenciado... Oh, mi sire me estuvo contando una vez que en los años veinte... -Nuria cae en la cuenta de que no es el mejor momento para iniciar un intercambio de anécdotas y se detiene antes de iniciar una de sus peroratas. Luego levanta una de sus manos con el dedo hacia arriba, dejando a la vista la costura que ha roto con los nervios, y habla acelerándose-. ¡Ya sé lo que haremos! Una llamada a larga distancia. Hablaremos con Daima desde mi bodega. Una conferencia, oh, me encantan las conferencias. Sobre todo a larga distancia, son tan emocionantes... Le explicaremos lo sucedido para que ella avise a la policía. Será lo más coherente. Algo en plan de "estoy llamando a mi casa para comprobar si me he dejado el vestido rojo pero no responde nadie. Tras dos días de llamadas estoy preocupada. Envíen a alguien" -tuvo el detalle de imitar el acento francés de la Toreador.

Nuria sacude la cabeza otra vez. Se empieza a preguntar si no le costará tanto entenderse con el Gangrel por el acento andaluz. Se le viene a la cabeza una anécdota de aquella vez que veraneó con su marido en Almería y no conseguía entender lo que el camarero le ofrecía en aquel restaurante típico del paseo marítimo y... Vale. Nuria reconoce para sí que tiene un pequeño problema con la concentración.
- Me has entendido mal, no me refería a esto... Ocultar pruebas y demás -hace un gesto rápido con la mano, descartando la idea-. Me refiero a que pareces acostumbrado al trato con animales y todo eso... Yo sólo he intentado subirme a un caballo una vez. Era adolescente. Huy, imagínate. Mi madre ofreciéndome un pony y yo, con unas vendas en el tobillo y todo el brazo magullado diciéndole que era mejor un viaje para degustar vinos por Italia. ¿Tú has estado en Italia...? Oh, yo nunca he cazado, pero he visitado algunos cotos. En vida me parecía algo peligroso, pero a día de hoy... Claro, qué va a hacerme una bala perdida, ¿no? Cosquillas. Nada que no se pase con unas horas de reposo. Curiosamente he negociado con algunos asadores. Estuve una vez en Madrid... ¡Menuda aventura, ocultándome del Sabbat! En El Pardo. Querían importar vinos que fuesen apropiados para acompañar asados de jabalí. Nunca sabré si podían casar los sabores del vino que les vendí y el jabalí... -se queda pensando con el dedo en la barbilla.
Tras haberse callado, habiendo llegado ya a la puerta principal, parece por un momento que Nuria tiene intención de ponerse cómoda en el sofá y seguir charlando sobre sus tonterías. No lo hizo, en su lugar empujó con su mano enguantada el pomo de la puerta que el hombre había dejado abierta para investigar el exterior, y entró.
Desde el vestíbulo Nuria puede ver la entrada a un salón. Pasa allí y descubre los papeles que Daima le indicó guardados en un sobre. Aunque le tienta abrirlos ahí mismo, decide que será mejor hacerlo cuando ya esté en casa.
- Ya está -mira a Musashi y cae en la cuenta de que le tiene que meter en su coche. Se queda pensando en cómo pedirle amablemente que queme su ropa andrajosa y sucia, y sus botas llenas de barro antes de subirse al coche sin resultar ofensiva-. Hm...

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Nuria observa a Musashi sin comprender por qué parece tan confundido. Con lo fácil que resulta seguirle las conversaciones a ella... O eso cree. De hecho, está bastante convencida.
Cuando vuelve Musashi sonriente y ataviado cual mozo de cuadra, Nuria parece alegrarse de encontrarle de mejor humor. Se sube al coche, que por una vez conduce ella en vez del chófer (menos mal que se le ocurrió no llevarle hasta la casa de la Toreador por precaución, porque al pobre hombre le habría dado un infarto de haber visto la mitad del espectáculo que había acontecido en la casa) y arranca.
Habla como una Ventrue, sí, pero resulta que conduce como un Malkavian.
- En realidad no tengo carné, ¿sabes? Pero conducir tampoco es tan difícil -y mete un volantazo en medio de la nada porque se ha salido de una rotonda hace rato y está cruzando el campo. Con razón ha sido tan fácil oír llegar el coche... Lo raro es que no haya llegado hasta la casa de Daima con una res subida en el techo-. De hecho es algo muy relajante. Oh, pero no quiero hablar de mí. ¿Te gusta la música? -antes de que Musashi responda, pulsa el play de la radio del coche y comienza a sonar el submarino amarillo de los Beatles, y ella canturrea sin irse del tono-. Son maravillosos, ¿sí? Ohhh, supongo que esta noche no tendrás hambre, pero cuando quieras alimentarte tienes que avisarme. Tengo catalogados y organizados los asuntos con mis clientes, pero... Ay, esos donantes. Son tan tontitos todos... -lo dice con ternura, como si hablase de lo mucho que le gusta a su gato arañar el sofá y lo difícil que es regañarle por lo mono que es-. Es que se dejan morder, y piden que les muerdan. Y ellos tan contentos, ojo. Y de repente... Pum, la cagaste, Burt Lancaster... Se desmayan y toca darles suplementos de vitaminas toda la semana. Me sigues, ¿verdad?
Y otro volantazo, esta vez para evitar comerse una casa. Están como a mitad de camino.

Nuria prosigue con su cháchara hasta que escucha al Gangrel hablar en un idioma desconocido. Se le ocurre que debe de ser el acento andaluz, así que intenta responderle creyendo que es español.
- Sí, sí hay comida, ozú... -convencida de que está quedando como una persona moderna e integrada al imitarle la forma de hablar. Se ríe con alegría.

- ¿La mejor zona...? Veamos... -Nuria se detiene a pensar. Se salta un semáforo mientras lo hace-. Se me ocurre que podrías aprovechar la zona sur de Barcelona. Verás, la zona alta está al Oeste, que es de donde venimos. Por eso hay tantas casas de veraneo y chalets... Pero, siendo realistas, si tú buscas iniciar un negocio y lo empiezas en un lugar donde el alquiler y el terreno están tan subidos necesitarás una garantía que no tienes. Además, son zonas tranquilas donde no son bien recibidos los negocios nocturnos... ¿Eso era un stop? ¿No? No, seguro que no -mete un acelerón. Ya está atravesando la ciudad-. Por otro lado, la zona Este podría estar bien. Se aproximan unos juegos Olímpicos y hay mucho movimiento y dinero invertido en lavar la cara de la ciudad. Pero, claro, aunque haya gente interesada en estas cosas sería algo pasajero, ya que tras esos juegos a saber dónde son los próximos... Lo más inteligente sería centrarse en las comisarías de policía, zonas militares y todo eso... Claro que ellos ya tienen sus lugares escogidos y quizá no sea buena idea tenerles detrás del negocio que regenta un hombre que murió en... ¿Cuándo? Oh, no, por favor, qué grosera acabo de ser. Olvida lo que he preguntado, estaba haciendo conjeturas y me he dejado llevar -suelta el volante para repeinarse, y durante un rato las ruedas del coche luchan por subirse a un bordillo, chirriando contra el cemento y el hormigón-. Lo que quiero decir es que yo me centraría en el Sur de la ciudad. No es tan pobre como el norte y abundan los Brujah y otros clanes que puedan estar interesados en tus servicios. Ya sabes, esos vástagos peleones que pueden tener ganas de mejorar su puntería a las cuatro de la mañana... Con eso harías un negocio bueno... Oh, mira, mi bodega. Qué tontería, si le he dado cuatro vueltas a mi manzana...

Nuria se baja y conduce a Musashi al interior del edificio. Lo sube en ascensor hasta el ático y luego abre las puertas de su bodega. El lugar, decorado con buen gusto, espacioso y bastante acogedor, parece repleto de actividad. Hay humanas y humanos soltando risitas, algún que otro cainita yendo y viniendo, y el recepcionista saluda a Nuria con elegancia.
- Doña Nuria, hemos tenido una devolución. Los repartidores parecen haberse equivocado y...
- Corrige los envíos y mándalos junto con una cesta y una invitación a cenar para los dueños de la empresa. Escoge tú el restaurante por mí, ¿sí? -Nuria le ofrece su sonrisa comercial al empleado, que parece calmarse al instante y se marcha-. Voy a enseñarte tu habitación. Hay tres en total que están abiertas al público. Por supuesto, tienen cerrojo y todo tipo de comodidades. Miraré a ver si alguno de mis donantes tiene la misma talla que tú, seguro que te apetece cambiarte y llevar algo más cómodo y más... à la mode, ¿sí?

Tirada:

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Nuria se vuelve a entretener con sus mechones más cortos, esos que se le meten en los ojos o se desparraman por sus pómulos de un modo bastante irritante, y se repeina con las manos mientras Musashi le habla.
- ¿Príncipe? Huy, todavía no hay. No debes de haberte enterado de todo ese rollo que ha habido con los Anarquistas para arriba y para abajo... -aunque pretende decirlo de manera que suene tan alegre como casi todos sus comentarios previos, lo cierto es que en su cara se nota la gravedad de la situación. Nuria comprende perfectamente el horror de la guerra, posiblemente por su cercanía al mundo de la medicina. Las heridas y los muertos no son algo que pueda obviarse...
Por fin parece quedar satisfecha con el pelo recogido tras las orejas.
- El Elíseo está en la Universidad de Barcelona. Tenemos muchos primogénitos que te pueden recibir. Oh, por favor, no vayas al Malkavian... Es que es... Es Malkavian, ¿sabes? -se ríe con nerviosismo. Casi es como un chiste, pero a pesar de ser una mujer capaz de volver loco a cualquiera, no le gustan nada los Lunáticos-. Puedo acompañarte a visitar a nuestro querido Roger de Montclar, el Ventrue. Mi hermano de clan es una persona encantadora y entusiasta, y te recibirá encantado. Además, hazme caso... Sé que es el que más influencia tiene. Porque, vamos a ver, ¿quién le haría caso a Gaspar, el Tremere? Los Tremere están muy deshumanizados, te prometo que algunos todavía creen en la esclavitud. No te imaginarás las cosas absurdas que me han pedido por aquí, en la bodega... Vamos a ver, yo comercio con personas que son donantes voluntarias. Jamás se me ocurriría tratar a los humanos como si fuesen... No sé, objetos. No, no. Además, quieras que no, sigue siendo uno de los bajos clanes... Mi Sire me insistía mucho en esas cosas después de mi Abrazo y se me han quedado grabadas... ¿Por dónde iba? -durante algunaos instantes trata de recordar de qué estaba hablando antes de comenzar a divagar-. Ay, sí, claro. Calla. El Brujah es bastante simpático, pero puede volverte loco con su cháchara. No te imaginas la capacidad que tiene para salirse por la tangente... Pero mejor dejo de criticar, que no es lo mío -"dijo la nueva Arpía" piensa para sí-. Olvídate, tú tienes que ir a ver a Roger. Ahora mismo le avisaré para que sepa que vas a ir a verle. ¿Quieres que te acompañe?

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