La Estirpe del Fugitivo
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[Théâtre du Capitole, Toulouse] La guerra que esta por venir (Lancelot)

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Mensaje por Lancelot 08.05.16 14:36

Mire de reojo al ghoul que conducía el camión que nos llevaba al Capitolio. Era un hombre que parecía pasada la treintena, con aspecto de operario de fábrica y poblado bigote que no dejaba de temblar. No sabía si esto último era debido al punzante frió húmedo que aquel año azotaba el diciembre tolosano, o al temor por las peligrosas noches que a todos nos esperaban en los próximos tiempos. Esperaba fervientemente que fuera lo primero, no sería fácil parar a las manadas del Sabbat y menos si nuestras tropas temblaban de esa manera.
La aparición entre la bruma de la noche del regio edificio del Capitolio me sacó de mi ensimismamiento. Saqué mi reloj del bolsillo comprobando que no llegaba tarde y señale al conductor una de las esquinas del edificio.

- Déjeme ahí mismo, yo entrare por la puerta principal. Usted de la vuelta al edificio, le esperaran sus compañeros para descargar la mercancía.
El nervioso conductor asintió y paro el camión. Antes de que dijera nada más baje y camine con cierta premura hacía la entrada. Los asuntos que esa noche se tratarían eran de vital importancia y urgencia y en mi fuero interno no iba negar que estaba ansioso por comenzar cuanto antes. Al entrar en el edificio se me acercaron cuatro ghouls más, tres de ellos fornidos, de aspecto pendenciero, de los cuales no dudaba que fueran armados y un cuarto con aspecto de mayordomo, fue este último el que habló.
- Disculpe caballero, ¿puedo ayudarle? - Sin perder el tiempo le mostré la carta con la invitación, ante la cual tanto el hombre con aspecto de criado como los que parecían matones parecieron relajarse - De nuevo le pido disculpas señor, como comprenderá estas noches son oscuras y cualquier precaución es poca. Si tiene la bondad de seguirme...
Acompañe al ghoul a través de los bellos corredores hasta llegar a una puerta discreta. Una vez franqueada me encontré en uno de los amplios palcos del Théâtre, pero no me encontraba solo. Sentado en una de las butacas se encontraba un hombre de cabellos castaños y porte regio y elegante. Una medio sonrisa asomó en mi rostro al considerarlo un hombre. Saltaba a la vista que era mas que eso, era uno de mis iguales, seguramente el hermano de clan del cual el Príncipe me había hablado.

Buenas noches, el caballero de Montclar supongo - extendí mi mano para estrechársela con firmeza y decisión.


Última edición por Lancelot el 08.05.16 14:41, editado 1 vez (Razón : Me olvide de colorear mi última frase)
Lancelot
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Mensaje por Roger de Montclar 09.05.16 0:31

El lugar era magnífico, o sería que a Roger le gustaba la ópera - como no, también los conciertos - e intentaba imaginarse los palcos y la platea repletos de público, y el escenario ocupado por el atrezzo y los cantantes de cualquier obra que se representase. La Traviata, por ejemplo. O La Bohéme, o Cavalleria Rusticana. Si cerraba los ojos casi podía escuchar los primeros acordes, las notas que conducían a cualquier obra maestra. Esta era una de las ventajas de viajar con Guillem: conocer otras ciudades y la belleza que brindaban a los ojos que supieran apreciarlo.
 
Por Dios, si empiezo a pensar como un Toreador. Que sencillo resulta dejarse llevar por el momento.
  
Había ido a recoger a su Sire, pero todavía estaba ocupado, reunido con otros Vástagos para preparar la estrategia que después habían de desarrollar en el campo de batalla. Aquello sucedía de tanto en tanto, algunas manadas del Sabbat se iban de “excursión”, cruzaban los Pirineos y decidían atacar cualquier ciudad para probarse a si mismos y de cara a los demás, a su Secta. Por supuesto aquello no podía tolerarse pero conllevaba los inevitables transtornos: traslado de Vástagos, preparación de las batallas, etc. Luego vendrían lágrimas y lamentos por los caídos.
 
De pronto escuchó abrirse la puerta y una voz que preguntaba por él, en un tono que difícilmente emplearía un Ghoul. Recordó entonces el recado de su Sire y se levantó de inmediato, sonriendo.
 
- ¡Ah! Tengo el placer de hablar con el señor Leduc, ¿verdad? - aceptó la mano y la estrechó con una sonrisa. - Por favor, ¿querrá tomar asiento…? - señaló a su diestra solo para descubrir que había dejado allí su abrigo. - Oh, perdón - lo cogió y miró alrededor, valorando donde dejarlo, hasta que decidió que la butaca a su espalda estaría bien. - ¿Caballero de Montclar? Señor de Montclar está bien, en estos tiempos ya no se gastan demasiado los títulos. Tantas revoluciones... sobre todo en Francia. ¿Le dijo su Sire que viniera a buscarme aquí? No sabía de su llegada o habría bajado yo mismo a buscarle.  
Roger de Montclar
Roger de Montclar


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Mensaje por Lancelot 09.05.16 18:11

Escuchar mi apellido mortal me sorprendió. Philippe siempre insistió en el secretismo como modo de proteger a nuestros descendientes, sabía que le unía una larga relación al Sire del señor de Montclar, pero... ¿tan cercana era la relación para que supieran nuestro apellido? Quizás estaba exagerando... había pasado mucho tiempo desde mi Abrazo pero eso no evitaba que me preguntara cuanto mas sabría ese hombre de mí.
- Llámeme Lancelot por favor - contesté con una sonrisa, intentando no mostrar desconfianza. Roger de Montclar parecía amable y un posible buen aliado. - No le quitare la razón respecto a las revoluciones... desde luego que ya hemos presenciado bastantes en este país, pero comprenderá que a veces es difícil deshacerse de las viejas expresiones que usábamos en nuestra juventud.

Esperé a que retirara su abrigo, de extraordinaria factura por cierto, para tomar asiento junto a él. Mi interlocutor lo depositó en la butaca de detrás y tomo asiento de nuevo.

- En efecto, mi Sire Philippe y el Príncipe solicitaron mi presencia aquí esta noche, me comentaron que conocería un Vástago de probada lealtad y compromiso y que ambos recibiríamos noticias. Tenía pensado preguntarle si sabía a que venía esta cita, pero me temo que a usted lo han mantenido en la misma situación de desconocimiento que a mi.
Lancelot
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Mensaje por Roger de Montclar 10.05.16 20:53

Roger pareció sorprendido por el nombre ofrecido, uno que rememoraba el antiquísimo ciclo artúrico. Si, un nombre de novela que nada tenía que ver con el conocido. Un alias, por tanto. Mas ¿sería aquel el nombre o el apellido? Puesto que lo ignoraba, optó por la solución más sencilla.
 
- Ah, desde luego, señor Lancelot - le dijo, y haciendo un gesto con la mano ya liberada reiteró su invitación a sentarse mientas hacía lo mismo.
 
- Sin duda Su Alteza y nuestros respectivos Sires deseaban que nos conociéramos mientras ellos terminan de fijar los detalles para lo que ha de venir, ¿no cree usted? Probablemente seremos de una edad parecida, origen cercano o gustos similares - se echó a reir y sacudió la cabeza divertido - ¿Eso dijeron de mí? Por Dios. De probada cabezonería habría sido más de adecuado. Mi Sire, Guillem d’Urgell, insiste en que me quede en una corte segura, pero yo insisto el doble - no, el triple o el cuádruple - en acompañarle. Y no es que yo pueda hacer demasiado para proteger su no-vida, teniendo en cuenta sus habilidades, o trazar grandes estrategias para defender la ciudad si consideramos los grandes militares que han acudido aquí - hizo un gesto de desconocimiento, elevando los hombros - Es lo único que se me ocurre, ¿y a usted?
 
Como hiciera cuando estaba solo miró a su alrededor, al magnífico escenario, platea y palcos.
 
- ¿Le gusta la ópera, o los conciertos? ¿Ha tenido oportunidad de asistir a alguna representación en este teatro? Yo he venido en diversas ocasiones, pero nunca pude, o bien era demasiado tarde, o bien se había acabado la temporada. Bueno, era un pensamiento en voz alta, no creo que nos hayan reunido para eso. ¿Me permite preguntarle si tiene usted experiencia militar?
Roger de Montclar
Roger de Montclar


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Mensaje por Lancelot 11.05.16 14:45

Roger de Montclar pareció sorprendido por unos instantes. Como muestra de deferencia ante el chiquillo de Guillem d'Urgell decidí contarle algo sobre mi nombre.
- Comprendo su sorpresa, es un nombre bastante literario y que nada tiene que ver con aquel que le trasmitirían. Mi Sire, Philippe Longuelance, es gran aficionado al ciclo artúrico y consideraba que en mi vida mortal mi forma de batirme y comportarme  eran propias del legendario Lancelot.

No mentía, no contaba todo, pero esa era la razón que me dio mi Sire de porqué eligió ese nombre, esperaba saciar con ello la curiosidad de mi compañero sin tener que entrar en mas detalles. Agradecí que Roger prosiguiera la conversación hacia otros temas menos comprometidos para mi, como la razón por la que deseaban nuestros mayores que nos conociéramos. Escuché atentamente su teoría y sonreí.

- Es muy probable, al menos respecto a nuestra edad o gustos. ¿Es usted catalán? creó recordar que existía un Montclar cerca de Urgell, perdone mi indiscreción si no desea hablar  de esos temas - recordé que no a todos los Vástagos les agrada rememorar sus vidas mortales o su lugar de nacimiento, era algo que yo no compartía pero comprendía. La risa de su hermano de clan interrumpió su pensamiento, mostraba sentido del humor, característica que me gustaba y no muy común en los ventrue por desgracia, inclinándome un poco hacia adelante y sonriendo dije - Bueno, dejémoslo en osado y comprometido, suena mejor y estoy seguro que se  ajusta completamente a la realidad. De todas formas lo que usted llama cabezonería yo lo considero una gran virtud, ya que para mi significa voluntad y estoicismo. Creo que empiezo a comprender las razones de nuestros Sires. - me volví a recostar pensativo - Como usted  dice han acudido grandes militares a la defensa de la ciudad, el enemigo parece conformarse con sus actuales territorios pero aún así nos hostiga en nuestros feudos mas queridos con una osadía vergonzosa... Debo confesarle que esta noche he traído varias decenas de los nuevos fusiles Lebel al Elíseo, ademas de un numero similar de armas blancas. Creo que se prepara algo más que una defensa, creo que estamos preparando un ataque, y que usted y yo amigo mio, estaremos en él. 

Casi sin darme cuenta me había incorporado y me había apoyado en el palco. Contemple en silencio la platea y las bellas decoraciones del teatro, me pregunte como sería ver alguna representación allí, en un instante decidí que algún día lo comprobaría. La voz de Roger me trajo de nuevo al palco, un poco avergonzado por mi abstracción me gire hacía él. Parecía igual de abstraído con la belleza del lugar que yo y sorprendentemente puso voz a lo que yo había pensado unos segundos antes.

- En efecto me gustan, aunque por desgracia no he tenido el placer de asistir a ninguna representación aquí. Ni a ninguna últimamente... la última fue una representación de Falstaff de Verdi en la Opera Garnier de París, pero de ello hace ya un par de años ¿La ha visto usted? - la pregunta por mi experiencia militar no me pillo por sorpresa, aunque por un momento pareciera que habíamos olvidado la importancia de las futuras noches no era así - Por supuesto que se lo permito, en efecto la tengo, ¿tanto se me nota?sonreí y volví sentarme - Llevo desde mis 16 años en campos de batalla, el oficio de Marte no me es desconocido, ¿puedo suponer que usted también es o fue soldado?
Lancelot
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Mensaje por Roger de Montclar 13.05.16 13:44

A Roger, bastante familiarizado con la legendaria Camelot y todo cuanto la rodeaba, aquello le parecía tan extraño como la misma leyenda, y sin poder evitarlo, incluso por un instante por su mente cruzó el pensamiento, o más bien la pregunta, de que si compararse con Lancelot incluiría traicionar a su rey - todos sabían de las obras de Lancelot del Lago, unas en el campo de batalla y otras entre las sábanas de la reina -, pero bien, ciertamente no era él quien para solazarse y perderse con aquellos devaneos, más propios de otros Vástagos.
 
Indudablemente hay cosas que se aprenden de niño y de joven y siempre quedan en un rincón del cerebro. Debe ser esto.
 
- Si, soy catalán - asintió sonriendo - y lamento si mi acento francés no es lo suficientemente bueno. Pero no, no tengo problema en hablar de ello - dijo con sinceridad, pues en verdad no lo tenía… hasta cierto punto. - Montclar d’Urgell es una pequeña localidad que pertenece a Agramunt. Mi padre era el señor de aquellas tierras y sus alrededores, como nuestros antepasados desde hace siglos, de ahí que se adoptara como apellido familiar dejando el real a un lado y casi olvidado - hacía mucho que su Sire le había contado aquella historia, hacía mucho olvidado en el seno familiar. - Además allí se encuentra el castillo más antiguo en muchos kilómetros a la redonda, cuyos cimientos son de época romana. Pero supongo que ya sabe que sucede: otras ciudades cobran mayor importancia y se levantan nuevos palacios, o se emigra a la corte para medrar. Al menos los Montclar nunca olvidaron su origen y se ocuparon de mantenerlo en excelentes condiciones - aunque también porque allí había buena caza.
 
Escuchó con atención las palabras de Lancelot sobre las supuestas razones de su estadía allí y ladeó la cabeza, valorándolas.
 
- Lamento decirle que ignoro que tipo de fusiles son esos, pero estoy seguro de que si usted los considera de valía así será. Pero ¿un ataque? Ah, es posible que usted posea noticias más recientes que las mías. Todo lo que sé es que el Sabbat se acerca. ¿Quizá tenga que practicar tiro con ellos? - se quedó pensando, aunque terminó por pensar que, por lo general, un arma de fuego no era muy distinta de otra, salvo que se llevaran cien años de diferencia. - En cuanto a armas blancas, me parece que tendré suficientes con las mías. Prefiero utilizar mi espada, a la que estoy habituado y conozco, que otra que puede antojárseme extraña en mi mano - sus ojos se levantaron siguiendo la figura de su compañero de palco, que se había levantado para apoyarse en la baranda.
 
- Me temo que no he tenido la oportunidad de asistir a una representación de Falstaff. Muy pocas veces abandono el sur para ir hacia Paris y el norte, pero sin duda estaré pendiente de las próximas temporadas, si usted me la recomienda. ¿Es buena? - le preguntó y de pronto echó una suave risa, negando con la cabeza. - ¿Yo? ¿Soldado? Cielos, no. Mi carrera fue la eclesiástica, si bien habría preferido la académica, de no ser porque mi padre la consideraba de poca importancia para nuestra familia. De modo que quedó como una afición. Tampoco me habría importado seguir la política en la Corte, o la carrera diplomática. Pero… las cosas me fueron dadas de otra manera. No obstante no se preocupe por mi, ya he estado en varias batallas y he salido con bien - más o menos…
 
- No, no me gusta la guerra, aunque la considero inevitable. Y prepararse para ella, algo necesario e inherente. Quizá sea por eso por lo que estamos pasando juntos esta velada. Quien sabe. 
Roger de Montclar
Roger de Montclar


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Mensaje por Lancelot 15.05.16 23:44

Me preocupo un poco haber ofendido a mi compañero, no esperaba que tomara mi pregunta como una crítica a su acento. Fruncí un poco el ceño, mas como pequeño tic que como acto consciente.

- En absoluto camarada, vuestro acento no os delata. Más bien vuestro Sire y algunos humildes conocimientos de la geografía de la zona - escuché con atención las explicaciones del origen de su pueblo y su Casa, asentí con mi cabeza... me resultaban familiares algunas partes - Le comprendo... en no pocas ocasiones los grandes palacios y las poderosas ciudades acabaron convirtiéndose en piedras sueltas o lugares nada dignos de su leyenda y al igual el caso contrario. Lo importante es lo que me alegra comprobar que siguen haciendo ustedes, honrar su pasado, su casa y su gloria. ¿Quién sabe?  aquello que se fue siempre puede volver.

Agradecí volver cambiar de tema, pensar en piedras caídas y en viejas glorias suelen ser excelentes maneras de llamar a los fantasmas del pasado. Fantasmas que no hacían falta esa noche.

- Son buenos fusiles en efecto, pólvora blanca, nuevo cerrojo, resistentes... No son el nuevo Berthier pero... - Me dí cuenta que divagaba con un tema que no interesaba a mi interlocutor, sonreí como agradeciendo su paciencia y continué - En efecto se acerca, pero mis noticias son que sus ataques no son coordinados ni a gran escala, es como si... buscaran probar hasta donde les toleraríamos y teniendo en cuenta la "artillería" y las tropas que hay en la ciudad me parece que han encontrado el límite ya. Dudo que esto se quede solo en una defensa... pero no me haga mucho caso, son elucubraciones de viejo soldadosonreí con amabilidad e incline mi cabeza ante su comentario sobre las espada - No puedo estar mas de acuerdo con usted. La espada o espadas de uno mismo siempre son insustituibles, acostumbrarse a su peso, a su velocidad o a la resistencia que opone la carne enemiga las hace tan personales y especiales que acaban  convirtiéndose en una extensión del cuerpo de uno. De todas formas el armamento que he traído me temo que lo portaran Ghouls y Neonatos.

Comprobé que Falstaff acaparó mas su atención que la conversación sobre las armas. Un sujeto curioso este señor Montclar...

- ¿Si se la recomiendo? No soy alguién que guste de recomendar en asuntos artisticos ya que no soy mas que un humilde aficionado, pero le puedo asegurar que si le agrada Verdi entonces sera de su gusto a pesar de ser una comedia

La risa, suave y agradable de Roger de Montclar resultaba atrayente al oído, como la risa franca de un viejo amigo. Esa risa unida al aspecto y modales de aquel caballero me concordaban con la historia que me contaba, no parecía un soldado pero en esta vida, y en la no-vida, había aprendido a no confiar en cosas tan superficiales como aquellas. Me fiaba mas de su voz y en su tranquilidad al hablar de la guerra. Era la voz de aquel que considera su causa la correcta y del que esta dispuesto a llegar hasta el final y eso me agradó. Ese tipo de vástagos eran los que deseaba tener a mi lado cuando las balas volaban y las espadas cantaban.

- Si vis pacem, para bellum... - murmuré para mi frotándome el mentón, alce mi vista de nuevo y hable a Roger - Puede que tenga razón amigo... puede que la tenga... de todos modos me alegro de pasar con usted esta velada. Es usted todo un personaje, en el buen sentido de la palabra desde luego. Y nos depare lo que nos depare esta y futuras noches me alegra haberle conocido y contar con usted en nuestro bando.
Lancelot
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Mensaje por Roger de Montclar 17.05.16 15:10

Fue ahora el momento de preocupación para Roger, viendo el ceño en el rostro de Lancelot. Pero decidió que sería mejor no comentarlo.
 
- ¿Conocéis pues a mi Sire? Ciertamente no es un desconocido, sino un Vástago del que sentirse orgulloso… Pero me alegra además que vuestros conocimientos geográficos sean tan extensos como para reconocer mi lugar de procedencia. Os aseguro que muchos, viviendo a cincuenta kilómetros de Montclar, ignoran de que lugar se está hablando - y asintió las siguientes palabras de su compañero pues así era y así había quedado grabado en la mente del pueblo: Torres más altas han caído. Roger quería pensar que tal dicho nunca se aplicaría a la Camarilla…
 
- Me temo, señor Lancelot, que tampoco me es conocido ese Berthier que menciona usted - sonrió mostrando las palmas de las manos. - Cuando era humano solía salir de caza, más por deseo de mis invitados que por gusto propio, del mismo modo que ahora, en ocasiones, practico muy de vez en cuando. Solo deseo que nos sirvan para deshacernos de esa escoria que tanto gusta de crearnos por problemas en su búsqueda de nuestra destrucción... - pareció que suspiraba mientras miraba al techo del teatro.
 
- Pero ya veo que es usted todo un experto en la materia, sin duda un valioso Vástago para nosotros que en mucho podrá ayudar al Príncipe de Toulouse y a todos nosotros - asintió de nuevo cuando Lancelot manifestó su acuerdo sobre utilizar las propias espadas - Por supuesto, cuando no hay más remedio, el uso de una espada prestada será siempre bievenido. Pero desde luego los jóvenes no echarán demasiado en falta sus propias espadas. Éstas ya no se utilizan tanto como en el pasado, y tengo entendido que apenas se enseñan ya en las academias. ¡Y pensar que hasta hace poco un caballero no era tal si no sabía utilizar una! - ladeó la cabeza, si echara en falta esos años y se mostrara disconforme con semejantes “modernidades”.
 
- ¿Si me agrada Verdi? Buena pregunta… - Roger se quedó pensando unos segundos - Lo cierto es que no podría asegurarlo al cien por cien. Me sucede como con Puccini o Rossini: unas obras me gustan y otras no. Si me preguntase usted por mi ópera favorita, le diría que prefiero el Don Giovanni de Mozart, a mi juicio un genio ¿Y usted, que prefiere? - de pronto se echó de nuevo a reir. - Oh, vaya, para que luego digan que en nuestro clan hablamos tan solo de negocios, ¿qué le parece? ¿Tal vez nos relacionamos demasiado con los Toreador y se nos han contagiado sus gustos y maneras - negó con la cabeza, haciendo ver que tan solo estaba bromeando.
 
- Si vis pacem, para bellum, en efecto. Es una cita que con frecuencia me gusta recordar, y ello a pesar de que no soy Vástago que guste de la guerra, pero precisamente por ello, amigo mío. Hay que estar siempre preparados para la guerra  no olvidarla. Por lo demás… - sonrió de modo sincero - debo decirle que será un honor y un placer mantener nuestra amistad, si el cielo permite que salgamos con bien de lo que haya que suceder. Mi Gransire, el Señor Arnau de Trencavel, es Príncipe de Carcassone, y allí me podrá usted encontrar o dejar recado si no estoy en la ciudad - porque no era extraño que Roger se encontrara viajando junto con su Sire.
Roger de Montclar
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Mensaje por Lancelot 18.05.16 18:06

Agradecí con un gesto de cabeza la alabanza a mis conocimientos geográficos, nada admirables por otra parte teniendo en cuenta que eran adquiridos por la simple y llana experiencia.
- Por favor no es nada, he de reconocer que mi conocimiento de su hogar se debe a que estuve en la zona durante mi juventud - no especifiqué mas, comentar que has formado parte del ejército que invadió la tierra de alguien no es la mejor manera de cimentar una relación con esa persona, aparte de que no es precisamente educado ni cortés. Procurando cambiar de tema me centré en lo que dijo sobre su Sire. - No tengo el placer de conocer a su Sire, conozco su leyenda y en cierta ocasión creo que lo vi a lo lejos, pero me temo que ese honor solo lo posee mi Sire.

Me di cuenta que había vuelto a divagar sobre armas, por suerte la reacción de mi compañero, educada y con una sonrisa me tranquilizaron. Escuché atentamente sus comentarios sobre la caza y no pude evitar darme cuenta de lo que detecte como un doble sentido cuando se refería a su caza actual ¿se referiría como yo sospechaba a su alimentación? quizás se refería a que era moderado en ella o quizás... Decidí centrarme en lo obvio y en lo tocante al pasado y señale mis diferencias.

- Yo he de reconocer que de humano me apasionaba la caza, la emoción del momento, la comunión con mis perros... me agradaba la verdad. Aunque siendo un joven noble rural era lo que se esperaba de mi, de los pocos privilegios que nos quedaban en aquellos años y en no pocas veces la única manera de poner carne sobre la mesa. Así que era cazador por partida doble, pasión y necesidad. - El suspiro de Roger me interrumpió, trayéndome de nuevo a la realidad previa a un combate. - Servirán, le aseguro que cuando todo esto acabe los únicos que tendrán queja de ellas serán esos bárbaros.

Me quede en silencio observando de nuevo la magnificencia del teatro. Al escuchar las nuevas alabanzas del señor Montclar sonreí con sinceridad e hice un gesto con la mano quitándole importancia.

- Por favor, es usted demasiado amable. Solo soy una pieza más que con sus humildes conocimientos y habilidades intenta colaborar en aquello que considera correcto. - Asentí enérgicamente cuando Roger desarrolló su opinión sobre las espadas, no tendríamos en común la caza o la pasión por el oficio de armas, pero no podría estar mas de acuerdo en el asunto de las espadas y las armas blancas en general - Ciertamente es así, no me lo recuerde... ¿Puede creerse el desdén que muestran las nuevas generaciones ante tan noble arma? su uso es casi meramente ceremonial y si no fuera por los de nuestra clase ya habría incluso desaparecido... Todo sustituido por la fría, deprimente e impersonal ciencia de guerra... Campesinos y pólvora... números y destrucción sin sentido. ¿Donde queda la gloria y el honor de batirte con el enemigo y mirar a sus ojos? En fin... disculpe mi pasión por el tema pero como dijimos antes, a veces es difícil desprenderse de las manías y usos que poseíamos de mortales.

Me hundí en mi butaca meneando la cabeza. Por un segundo estoy seguro de que ambos parecíamos viejos gruñones. Ese pensamiento me divirtió y la deriva de la conversación de nuevo hacía Verdi y el arte me ayudo a olvidar mi resquemor hacía las nuevas "modas".

- Comprendo su postura, a mi me sucede con algunos autores... ¿Mi opera favorita? déjeme que piense... Creo que estaría entre la Cavalleria Rusticana y Rigoletto... Pero no soy un experto, ni alguien especialmente instruido en el tema - La mención al clan de la Rosa me hizo soltar una carcajada que acompañó la risa de mi acompañante - Se dicen tantas cosas sobre nosotros... pero ser Reyes y Emperadores no impide que podamos admirar al arte. No hay problema en relacionarse con los Toreador siempre y cuando solo escuchemos su consejo en el segundo tema en vez del primero... ya que del revés podría ser realmente dantesco.

Asentí con respeto a la reflexión de mi compañero. Su sonrisa al acabarla y sus palabras de amistad parecían sinceras y en ese momento supe que tenía enfrente a un digno camarada. Escuche sus señas si necesitaba encontrarle y las apunte mentalmente. Metí mi mano en un bolsillo interior y saque una tarjeta de visita sin nombre, con solo una dirección y un teléfono, y se la ofrecí.

- Debo confesarle que para mi también sera un honor y un placer. Si salimos de esta aventura, cosa que doy por segura, podrá saber de mi por esta tarjeta. Es de un despacho de París, pregunte por monsieur Treville y ese hombre sabrá ponerle en contacto conmigo. Me encuentre en el continente o en las colonias el sabrá encontrarme.
Lancelot
Lancelot


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Mensaje por Roger de Montclar 20.05.16 1:53

Verdaderamente Roger estaba disfrutando con aquel encuentro, resultaba un placer mantener una conversación con aquel Vástago que la fortuna le había llevado a conocer aquella noche, en unas circunstancias que, en realidad, se antojaban poco venturosas. Aunque la esperanza siempre se mantenía y no permitía que los malos augurios se apoderasen de él.
 
- Espero que disfrutase de su visita a nuestra región. Aún hoy conserva su belleza, una de tipo salvaje en cuanto a que es natural, no es como las ciudades modernas, que pueden tener sus ventajas, no lo negaré, pero - frunció el ceño procurando encontrar las palabras correctas - esas fábricas que aportan tanta suciedad, o esas casas tan... avejentadas aún siendo jóvenes, pero construidas deprisa, a fin de alojar a las gentes que vienen del campo…
 
Negó con la cabeza, no era que no le gustaran las ciudades, sino que no le gustaba la pobreza y suciedad que se veían por doquier. En el campo una familia humilde siempre tenía algo que comer, bien de un pequeño huerto en propiedad, bien visitando el ajeno o el bosque vecino para colectar y vender lo que sacaban. Pero en una ciudad poco había que hacer.
 
- Intentaremos arreglar esa falta, de modo que esta misma noche pueda conocer a mi Sire. Es un Vástago muy afable y de trato muy cordial. Lo mejor que puede usted hacer es no hablar de su importancia o de sus logros, sino tratarle como si fuera su propio hermano - a la mente de Roger acudieron escenas de su Sire que, en la privacidad de su refugio, se quejaba de algunos Vástagos que no hacían sino halagarle o tratarle como si fuera poco menos que un Príncipe o un Matusalén.
 
- Tengo la impresión de que le caerá usted tan bien como a mí. Ahora, sobre la caza, déjeme decirle que nunca fui un aficionado a este arte, mas la etiqueta exigía obsequiar a los invitados con una buena cacería, si tus tierras eran aptas para ello, o bien asistir a la que organizase tu anfitrión, en especial si éste era importante - ¿debería haber obviado el tema tras la confesión de Lancelot de que en ocasiones para él era por necesidad? Pero, puesto que lo había confesado con una llana naturalidad, quizás no recoger el tema sería descortés - No obstante, en alguna ocasión, si que sentí esa emoción que usted describe. Ah, lo que resultaba interesante sobremanera eran los interludios, cuando los caballeros y las damas hacían apartes y se hablaba libremente de cuestiones que en una corte, aunque fuera pequeña, quedaría fuera de lugar mencionar.  
 
En realidad aquellos eran los momentos favoritos de Roger, tanto antes como después de ser el Señor, incluso mientras vestía los negros ropajes de la Compañía de Jesús. ¡Que tiempos aquellos! ¡Como cambiaban las cosas! Asintió sonriendo a las palabras de su compañero sobre el uso de la espada y en lo que había derivado el arte de la guerra.
 
- Mi Sire me ha hablado, y así debió ser pues también he leído en libros antiguos sobre ello, que en tiempos más antiguos, cuando portar o no espada era lo que diferenciaba a los hombres, que eran los reyes los que salían espada en mano a defender sus territorios o a conquistar nuevas tierras. No pocos de ellos encontraron la muerte en el campo de batalla - ¿habría sucedido el Abrazo de Lancelot de aquel modo, o al menos envuelto en un acto como le sucedió a él, acero en mano? - Y no como sucedió con posterioridad, cuando los reyes se quedaban en sus castillos y mandaban a sus capitanes a hacer su trabajo... ¿Dónde queda aquí la gloria y el honor? Desde luego si la corona pertenece a un niño o a un mujer, como en el caso de Doña Isabel II, lógico es otros les representasen, mas ¿todos los demás?
 
Se encogió de hombros, como despreciando aquello y tomó la tarjeta que le era ofrecida, inclinando la cabeza.
 

- No olvidaré hacerlo si voy por París, y si la diosa Fortuna quiere que se encuentre usted allí, será un placer volver a verle. ¿Reside usted en aquella ciudad? Pocas veces la he visitado pero es una hermosa ciudad - que la mano de una emperatriz española, Eugenia de Montijo, se había encargado de embellecer. 
Roger de Montclar
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Mensaje por Lancelot 20.05.16 17:23

Si, aún recordaba la zona aunque el epíteto de salvaje me hacía pensar mas en ciertos patilludos con navajas de siete muelles y trabucos. Ese pensamiento unido al de la mención a la agresiva industrialización apago la sonrisa que comenzara a nacer en mi rostro. Con un gesto de la mano, como queriendo apartar esas ideas funestas y esas nuevas y deprimentes modas señalé.

- Progreso le llaman... esas apestosas y feas fábricas de hormigón y hierro, y esas casas que usted menciona, progreso... ¿pero a que precio? Antaño hasta el siervo mas pobre al menos tenia aire puro para llenar sus pulmones ¿ha visto usted como se marchitan los mortales que se encuentran en esas fábricas? y después lo monstruos somo nosotros - Chasqueé mi lengua con desagrado, pero suavizando el gesto continué - Al menos aquí en Francia no es tan agresivo, la provincias se mantienen bastante limpias a pesar de las fábricas y París a sabido integrar la modernidad con la belleza. En cambio tengo entendido que las islas se han convertido en una amalgama de fabricas tiznadas de hollín, casas desvencijadas y oscuras y una permanente humareda en las calle - Así revienten, pensé.

La oferta para conocer a Guillem d'Urgell me pillo por sorpresa pero el consejo de como tratarlo no, aquellos que realmente lo merecen rara vez desean halagos. Decidido a devolverle el favor le contesté.

- Me sentiré honrado y encantado de que me lo presente, ¿conoce usted al mío? porque si no es así quizá pueda devolverle el favor, teniendo en cuenta que posiblemente estén ahora mismo juntos creo que podríamos solucionar ambos asuntos esta noche.

Incliné mi cabeza agradecido como muestra de reconocimiento y reciprocidad ante el comentario de Roger de que le caía bien y cuando volvió al tema de la caza comprobé que las cacerías de mi juventud no tenían mucho que ver con las que él hablaba. Así se lo confesé.

-He de reconocerle que he tenido poca experiencia con las cacerías que usted describe. En mi juventud acostumbraba cazar solo o con algún familiar o amigo, excepto cuando se hacían monterías para reducir la población de lobos. La caza cortesana de la que me habla no llegue a practicarla mas que en contadas ocasiones cuando fui adulto, y lo cierto es que me agrupaba con otros militares del grupo por lo que no participe en los interludios de la manera en la que me describe - Era lo cierto, nobles o no, los militares no nos solíamos mezclar con cortesanos a los que solíamos ver frívolos, las palabras de Roger de Montclar me hicieron preguntarme si no habríamos estado equivocados. La curiosidad me pico. - ¿Me permite preguntarle que asuntos se trataban? ¿quizá temas espinosos?

Me agrado comprobar que la opinión de mi interlocutor coincidía con la mía en lo tocante a temas militares. Sus palabras sobre los libros que había leído y las historias que le contaba su Sire me hicieron recordar algunas de las de Philippe... como se gano su apodo, las gloriosas cargas de caballería... Historias de un tiempo que no me habría importado vivir, aunque estaba satisfecho con el que me toco, ya que... ¿acaso no había vivido los últimos tiempos de aquella forma de vida? y aunque el final de las cosas deja un amargo sabor en la boca también deja dulzor cuando recuerdas aquellos momentos. De todas formas me puse serio al hablar de la época actual.

- Que gran razón tiene usted amigo mio, antaño hasta los emperadores iban a la guerra y los generales morían en combate, con honor. Hoy en día solo podrían morir de una indigestión en la retaguardia. Antaño soldados, oficiales y generales compartían penurias y alegrías. Hoy en día bien refugiados, bien comidos, a salvo del frio y bien calientes con una ramera a cada lado creen que "penuria" es un buque del Japón. Es muy fácil mandar hombres a la muerte a cumplir tus deseos cuando no te juegas nada - Me hundí en la butaca con la mirada perdida al frente - Habla usted de mujeres y niños, hace algo menos de un siglo la reina de Prusia empujó a su reino a la guerra, ella acompaño a sus tropas junto a su marido y cuando los aplastamos a punto estuvimos de capturarles a ambos... Esa mujer tenía mas valor y honor que los politicos y reyes de hoy en día, como usted bien dice ¿Que excusa les queda a ellos?

Por un momento volví de nuevo a Jena, volví a ver a el carruaje con los reyes de Prusia huyendo entre los exiguos restos de su otrora orgulloso ejército. Mi mente volvio al teatro y mientras acariciaba mi anillo escuche las palabras de Roger. Respondí a su gesto con la cabeza de igual manera y con una sonrisa y le conteste.

- Pues en realidad no resido en París, pero tengo negocios e intereses en la ciudad así que la visito con asiduidad. Mi hogar se encuentra cerca de Lyon, una hermosa tierra la cual, si usted gusta, me encantara mostrarle en un futuro.
Lancelot
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Mensaje por Roger de Montclar 23.05.16 21:55

Roger no podía asentir con mayor entusiasmo a lo que su compañero comentaba sobre el progreso, como él mismo hiciera poco antes. Así era… pero temía que poco podía hacerse al respecto. Los intereses económicos siempre superaban y con creces al resto. ¿A quien le importaba la sanidad y la felicidad de los humanos? Sin pensar que, en cierto modo y visto desde un punto de vista egoista, aquello sería cuidar el ganado…
 
Por supuesto sabía que en Francia la industrialización no era tan agresiva como en otros países y ciudades, caso de Manchester o de Barcelona, aunque no había visitado ninguna de las dos ciudades desde que fuera abrazado. Si lo que decían los periodicos, o lo que quedaba plasmado en novelas de autores de renombre, como Charles Dickens o Victor Hugo.
 
Pero la sonrisa había desaparecido del rosto de Lancelot, por lo que decidió que sería más adecuado no volver a sacar el asunto.
 
- Oh, no, me temo que no conozco a Monsieur Philippe personalmente, pero mi Sire me ha hablado de él en más de una ocasión, siempre ensalzándolo como un hombre que merece tal apelativo, digno de estrecharle la mano y hacerle cualquier servicio y lo solicitara, un Vástago que se preocupa por la Camarilla tanto como nosotros mismos y que no dudará en entregar su no-vida para defender todo lo que es digno - respondió a la pregunta del Chiquillo objeto de tales palabras.
 
- ¿Perdón? ¿Devolverme el favor, dice usted? ¡Pero en absoluto, amigo mío! - repuso el de Montclar, para añadir a continuación, casi riendo. - Y si le parece, omitiré lo que estaba pensando, que seré yo quien quedaré como su deudor. Pero ya sabe usted como terminan estas conversaciones: interminables frases de protesta por ambas partes, jurando que es uno el que debe al otro, y hay cosas más interesantes de las que podemos hablar en lugar de perder el tiempo de tal manera, ¿le parece? - terminó sonriendo e inclinando la cabeza hacia su compañero.
 
- Pues mire, he de decirle que mi experiencia en cacerías fue un tanto limitada durante muchos años. Como le comenté antes mi carrera fue la eclesiástica, y a mis estudios primero, y posteriormente a mis deberes, me dediqué con todo interés - eran otros tiempos, desde luego, ¡de haber sabido lo que le depararía la vida hasta encontrar a su Sire en verdad que se habría dedicado a ello con todo corazón! - La asistencia a esas cacerías y a los encuentros cortesanos llegaron cuando era adulto y, tras la muerte de toda mi familia, tuve que colgar los hábitos y dedicarme a llevar las riendas de mii señorío - el rostro del malnacido volvió a cruzarse ante sus ojos, como un destello, y sus facciones se ensombrecieron un instante o dos. De pronto se percató de que no estaba solo, sacudió la cabeza y la inclinó.
 
- Lo siento, caballero. Los recuerdos, en ocasiones, son en verdad traicioneros. Los temas que se trataban, más que espinosos eran… ¿cómo decirle? En ocasiones de corte político, o diplomático: favorecer a una u otra facción conforme a los intereses de unos y otros. Y también, como no - se echó a reir - de corte… cortesano, valga la redundancia. Quizá usted no pueda ni llegar a imaginarse, desde luego yo poca idea tenía al respecto hasta me di de bruces con ello, de cuan… indecente y deshonesta es la vida en la Corte. Esposos y esposas que mantienen relaciones adúlteras con terceros, madres que empujan a sus hijas a lechos de mayor alcurnia, padres que las venden con objeto de saldar sus deudas… - sacudió la cabeza y de poder hacerlo habría suspirado profundamente, y eso que él no estaba precisamente libre de pecado para echar la primera piedra.
 
- En cierto modo sucede lo mismo que como con la guerra. A ello se dedican reyes y reinas, sus consejeros y confesores, a abrazar la vida disipada. No tiene usted más que recordar el reinado de Fernando VII de España, su hija Isabel II y de su hijo Alfonso XII - cuya paternidad aún estaba por determinar, y que falleció de una tisis galopante tras dedicarse a la vida alegre noche tras noche. - En ocasiones lamento no haber llegado a conocer la vida honorable de la que me habla mi Sire - su cabeza ladeada, negaba de tanto en tanto.
 
- Pero me temo que nos estamos poniendo demasiado… tristes, ¿no cree? ¿De modo que su tierra queda cerca de Lyon, la ciudad de los dos ríos? ¡Una bella e histórica ciudad, sin duda! Le visitaré, le visitaré, en cuanto este problema que se cierne sobre nosotros finalice y mis asuntos me lo permitan.
Roger de Montclar
Roger de Montclar


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Mensaje por Lancelot 26.05.16 1:27

Me alegro escuchar tales palabras sobre mi Sire. En la no-vida no era habitual encontrar aliados y amigos que te pudieran acompañar a lo largo de los siglos ya que en nuestro estado era natural la desconfianza y se caía con facilidad en la paranoia, atributos que no colaboraban a otra cosa mas que al aislamiento. Incline mi cabeza con gratitud y escuche el amago de risa de Roger y no pude menos que asentir ante la razón de sus palabras.
- Estoy completamente de acuerdo, las leyes de la etiqueta y nuestras respectivas naturalezas nos empujarían a ese intercambio interminable del que habla y creo que tenemos mejores cosas en las que ocupar nuestra inmortalidad - me encogí de hombros sonriendo.

Los rasgos de mi hermano de clan se ensombrecieron unos instantes al hablar sobre la muerte de los suyos y la razón de su cambio de vida. La nube se desvaneció en seguida pero Roger se disculpó como avergonzado. Rápidamente me apresuré a asegurarle que no había nada que disculpar. Desconocía los hechos que le habían afectado de esa manera pero todos tenemos nuestros secretos y nuestros fantasmas y sobra decir que lo comprendía.


- Por favor no se disculpe, me hago cargo ya que todos tenemos nuestros recuerdos traicioneros por lo que por favor no le de importancia, le comprendo perfectamente - me atreví a poner mi mano en su hombro a modo de signo de apoyo, pero pronto la aparte para no incomodar. Las palabras sobre las Cortes y las cacerías unido a su risa, me trajo mis propios recuerdos - Me temo entonces que los militares rehuíamos esos círculos con razón. Lo cierto es que en mis tiempos visite en un par de ocasiones la corte de Viena y la indecencia de la que habla llegue a vislumbrarla... - e hice algo más que vislumbrar... Resultó que la tan católica Austria no era tan católica a la hora de congraciarse con sus conquistadores.

Mis recuerdos continuaron cuando Roger mencionó al rey Fernando VII. Recordé haberlo visto en un par de ocasiones... un individuo repulsivo en aspecto y actos, cuyo reinado fue la venganza no buscada a nuestros muertos en España. De su hija había oído historias, la cuales teniendo en cuenta quien era su padre no me sorprendieron. La conclusión final me desveló una similitud mas con mi interlocutor.

- Bueno, los reyes de antaño, salvo honrosas excepciones, no eran tampoco parcos en sus apetitos carnales - dije con una sonrisa, yo tampoco había sido un ejemplo en ese sentido, al igual que la mayor parte de mi clase social tuve una vida bastante disipada, al menos hasta Adrianne. Como la echaba de menos... estaba seguro que su recuerdo congelo mi sonrisa, pero recupere el dominio de mí y continué - Aunque desde luego podríamos buscar y rebuscar malos reyes y gobernantes en toda la cristiandad y le aseguro que no encontraríamos a un sujeto del calibre del rey que acaba de mencionar. ¿Sabía usted que entraba de rodillas al despacho del gran Napoleón para felicitarle por nuestras victorias contra su pueblo? a tal punto llegaba la catadura moral de tal sujeto. El propio emperador tuvo que refrenar en ocasiones su mano ante la mala opinión que tenía de él. De todas formas estoy de acuerdo con usted, habría sido bello haber conocido los tiempos de nuestros Sires. Pero por desgracia no tuvimos esa posibilidad, ahora solo nos queda intentar construir un tiempo futuro basado en tales valores.

- ¿Conoce la ciudad? - Hablar de mi tierra me soltaba la lengua mas de la cuenta, pero el conocimiento que parecía mostrar mi interlocutor me hacía osado - En efecto mi hogar se encuentra cerca, una tierra hermosa y fértil donde los hombres son valerosos y las mujeres bellas. Frondosos bosques y ríos serpenteantes son su corazón... Ese es el hogar de los míos, salvo unos siglos, desde que llegamos con Roma - me quede callado un segundo y comencé a reir con ganas alce mi mano y entre risas dije - Discúlpeme ahora a mi, no creo que le interesen las vicisitudes de una casa ni las pésimas palabras que nunca harían justicia a mi tierra, pero descuide que cuando solucionemos nuestros asuntos y usted lo desee estaré encantado de ser su anfitrión.
Lancelot
Lancelot


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Mensaje por Roger de Montclar 29.05.16 23:41

El Chiquillo de Guillem d’Urgell dirigió a su compañero una mirada agradecida, vacía de enojo o enfado al sentir la mano extraña sobre su hombro, y asintió despacio.
 
- Ah, no piense usted que el estamento militar quedaba libre de semejantes festejos - le dijo en un tono algo divertido y alzando un dedo, todo signo de tristeza alejado excepto en el mismo fondo de los ojos - Y mejor considere que usted y sus amigos y camaradas, precisamente por ser de buena sangre y mejores principios no se unían a tales pérdidas de tiempo carentes de decencia - Roger volvió a sonreir e inclinándose un poco sobre Lancelot le guiñó un ojo. - No llegué a conocer la corte de Austria, ni la actual ni las pasadas, pero me atrevo a decir que en nada tendrían que envidiar a la corte Española - terminado el párrafo regresó a su silla, donde su espalda se irguió recta.
 
- Yo no critico el uso y desuso del lecho que hicieron los reyes y sus servidores, e incluso el más humilde de sus servidores, para calmar esos apetitos carnales, regalo de la naturaleza. Pobre del hombre que para satisfacerlos vende su corona o sus posesiones a una mujer… o a un hombre. Poco vale y cuanto le suceda se lo ha buscado - concluyó Roger poco antes de pasar a asentir las siguientes palabras de Lancelot referentes a Fernando VII, el “rey Felón”, sin duda el peor gobernante que había regido los destinos de las Españas. - No conocía esa anécdota, pero si que tras los esponsorios con su tercera esposa, la reina María Josefa Amalia de Sajonia, una joven de apenas quince años que nada conocía sobre la vida conyugal, huérfana de madre al nacer y que se crió en un convento, del que saldría para casarse… Bien, digamos que en el lecho fue todo menos cortés, y el rey salió de la cámara nupcial echando pestes, nunca mejor dicho, empapado en los orines y heces de la aterrorizada reina.
 
De hecho escuchó contar que aquella expresión, “salir echando pestes”, se debía a la noche nupcial de Fernanco VII, pero no podía afirmarlo - A la propia reina, que huyó, la encontraron más tarde en los invernaderos, prácticamente desnuda, envuelta en los jirones de su camisón destrozado. Nada cuanto me pueda usted contar de ese individuo podrá sorprenderme - parecía enfadado mas, ¿quién podía mostrar contento cuando tu gobernante comete semejantes actos de felonía?
 
Al menos yo pagaba y bien por los servicios prestados y jamás forcé a una mujer.
 
Sin embargo sus manos empezaron a aplaudir, despacio pero de forma amable, y su cabeza se inclinó hacia la de su compañero de palco.
 
- Grandes palabras las suyas, señor Lancelot. A falta de poder conocer los nobles tiempos que nuestros Sires aún alaban, nos queda intentar construir un tiempo futuro semejante. Solo que ese futuro nos queda muy lejano ¿no cree? ¡Aunque quien sabe! Es posible que si conseguimos vivir un par de siglos y... - Roger calló de repente al escuchar un leve sonido en el corredor a sus espaldas, bajo la forma de pasos que se acercaban. Levantó una mano hacia su compañero para que no hablase. Poco después y como era de esperar asomaba en el palco el Ghoul que había acompañado a ambos Vástagos hasta allí. 

- Buenas noches, señores, y perdón por la interrupción, pero los Señores Philippe y Guillem me envían para informarles que la reunión ha finalizado y desean que ustedes se encuentren con ellos en la sala de espejos, arriba. ¿Me permitirán que les acompañe?
 
Roger se volvió hacia Lancelot.
 
- Ah, al fin. Pero me atrevo a decir que la espera ha merecido la pena en tan grata compañía. Espero que ahora podré cumplir con mi palabra y presentarle a mi Sire. ¿Vamos pues?
Roger de Montclar
Roger de Montclar


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Mensaje por Narrador 08.06.16 12:27

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